MIGUEL SERVET, UN HOMBRE MOLESTO PARA AMBOS BANDOS
Esta vez traigo al blog un hombre
clave del Renacimiento. No se puede decir que se dedicara a esto o a aquello,
pues en esa época era costumbre aprender y enseñar de todo.
Evidentemente, eso se podía hacer
cuando no se sabía tanto de cada materia y la gente no estaba tan especializada
como ahora.
Como siempre, comenzaré por el
principio. Nuestro personaje nació entre 1509 y 1511, probablemente en
Villanueva de Sijena (Huesca), aunque algunos autores afirman que lo hizo en
Tudela (Navarra). En la primera localidad se conserva aún la casa de su
familia.
Su padre, Antón Serveto, fue lo
que se llamaba en Aragón un infanzón, o sea, un hidalgo en Castilla, mientras
que su madre procedía de una familia judeoconversa, aunque también era
infanzona. Más o menos, lo habitual en esa época.
Como se consideraba que aquel
chico tenía grandes dotes para el estudio y así llegar a ocupar un puesto de
importancia en la Corte, no se quedó con la notaría familiar y se la cedió a un
hermano menor, mientras que el tercero se hizo sacerdote.
Siempre se le dieron bien los
idiomas, dominando el latín, el griego y el hebreo. Se formó posteriormente, en
el castillo de Montearagón, donde conoció a fray Juan de Quintana, el cual
había sido consejero de Fernando el católico y luego del emperador Carlos V. Miguel
fue, durante unos años, el secretario de este importante personaje.
Esto le dio a Miguel la
oportunidad de estudiar Derecho en Toulouse, donde llegó a conocer a algunos
partidarios de la Reforma.
Luego, viajó con Quintana,
formando parte de la corte imperial, a Italia y Alemania. Incluso, estuvo
presente en la coronación del emperador, por parte del Papa, en Bolonia.
Con esta ceremonia, en 1530, se convalidó
la nueva amistad entre el Papa y el Imperio. No olvidemos que todavía estaba en
la mente de todos el llamado “Sacco de Roma”, en 1528.
A partir de esta fecha, se
independiza de su protector y viaja por algunas ciudades europeas con mayoría
protestante.
En 1531 publicó “De Trinitatis
erroribus”, la cual no dejó indiferentes a ninguno de los dos bandos, los
cuales se apresuraron a condenarla.
En esa obra viene a cargarse de
un plumazo el dogma de la Trinidad, alegando que el Hijo no es divino por sí
mismo y que la Trinidad es algo que no existe. Evidentemente, los dos bandos le
fueron “tomando la matrícula”.
Parece ser que en su segunda obra
“Diálogos sobre la Trinidad y de la Justicia”, intentó corregir las meteduras
de pata anteriores. El problema es que su protector ya había muerto y eso se notó
mucho en el cambio de actitud de algunos.
Más o menos, viene diciendo que los
dos bandos tienen sus razones y sus errores, lo que pasa es que suelen censurar
al otro, sin ver los puntos en los que ellos se equivocan.
Llega a decir que sería bueno que
se reunieran las dos partes en algún sitio y se pusieran de acuerdo de una
forma pacífica.
Como ya se ha dado cuenta de que
la Inquisición va tras él, se cambia de nombre. Ahora se hace llamar Michel de
Villeneuve, nacido en Tudela, para despistar a sus perseguidores. Con esta
nueva identidad viaja a París, donde no consigue contactar con Calvino y luego
a Lyon. Allí estuvo trabajando en una imprenta, donde, incluso, le permitieron
hacer correcciones a la hora de imprimir la famosa “Geografía”, de Ptolomeo.
También llegó a conocer al famoso
médico Champier, también amigo de Rabelais, con el que hizo una gran amistad y
le animó a estudiar Medicina.
Para ello, se trasladó a París,
donde se matriculó en la Sorbona y coincidió con el célebre Vesalio. Allí conoció
a muchos sabios de la época, pero también se enemistó con algunos de ellos por
defender que la Astrología influía en la vida de la gente.
Cuando estudiaba en la Sorbona se
produjo la huida de su rector, Nicolás Cop, por haber leído un discurso de inicio
de curso, donde se pedía a la Iglesia católica que se reformara. Algo que no gustó nada a la
Inquisición.
Parece ser que el autor de la mayoría de ese
discurso fue Calvino. Por ello, Cop tuvo que marchar a refugiarse a Suiza.
En 1541, Servet, vuelve a Lyon, donde conoce al arzobispo de
Vienne, Pierre Paulmier, y llega a ser
su médico personal en su corte.
Allí es donde va escribiendo su
obra más conocida “La restitución del Cristianismo”, de la cual envía unas
pruebas a Calvino, con el que mantenía
una correspondencia regular.
En esa obra, escrita de una forma
muy libre y sin atenerse a los mandatos de la Iglesia o de la Reforma, como era
normal en él, publica que era partidario de ideas panteístas. No cree en la
necesidad del bautismo de los niños, sino que debería de darse sólo en personas
adultas y ya convencidas de que lo desean.
En uno de sus capítulos aparecen
aquí sus descubrimientos sobre la circulación pulmonar de la sangre, que fue lo
que le hizo famoso, aunque él nunca le dio la mayor importancia.
Él defendía que la sangre era el vehículo
por el que el alma ocupaba todo el cuerpo, pudiendo así tener el hombre una
condición divina.
Para él, no había grandes diferencias
entre el mundo de la Medicina y el de la Teología, pues todo emanaba de la
gracia divina.
Calvino le respondió enviándole
una copia de su libro “Institución de la religión cristiana”. A Servet, que siempre
fue un librepensador, no se le ocurrió otra cosa que hacer anotaciones críticas
al margen y devolver el ejemplar a su autor.
Evidentemente, a Calvino, que ya
era un hombre con mucho poder, esto no le hizo mucha gracia y le amenazó para
que no apareciese por Ginebra, el feudo suizo de Calvino.
No sé si lo que le molestó a Calvino
fuera el libro de Servet o que alguien se atreviera a enmendarle la plana a un
tipo tan poderoso como él, porque eso podría poner en peligro su férreo
gobierno sobre Ginebra.
En 1553 se publicó, aunque de
manera anónima, la obra “La restitución del Cristianismo”. Parece ser que los
mismos protestantes de Calvino avisaron a la Inquisición acerca del nombre de
su autor.
Por ello, es apresado por la
Inquisición de Lyon e interrogado por la misma. Al cabo de unos días, logró escapar,
siendo fue condenado a muerte y quemado en efigie.
Parece ser que Servet se
encaminaba hacia Italia y no se le ocurrió peor idea que hacer noche en Ginebra,
aunque se puso un nombre falso. Allí fue reconocido por algunos calvinistas y
detenido por las autoridades a las órdenes de Calvino.
Creo que no se había dado cuenta
de dónde estaba, pues no se le ocurrirá cosa mejor que pedirle al Tribunal que
lo interrogaba, que también fuera juzgado el todopoderoso Calvino, y así poder
discutir juntos acerca de Teología.
Tras el proceso, en Ginebra pidieron
el parecer de otras iglesias reformadas de aquella zona, y al final fue
condenado a muerte.
La ejecución de su condena se llevó
a cabo en Ginebra el 27/10/1553, en una
zona llamada Champel.
Por lo visto, fue envuelto en
unas gruesas cadenas y atado a un poste. Luego, le colocaron leña alrededor de los
pies y una corona de paja, impregnada de azufre, en la cabeza.
Aún en esa época, su ejecución escandalizó
a muchos pensadores del momento, como Sebastián Castellion, rival de Calvino.
Incluso, hoy en día, las iglesias que están en
contra de la Trinidad, lo veneran como mártir. Se dice que su ejecución levantó
tan gran revuelo que hizo que se reconociera la libertad de conciencia como un derecho
democrático.
Me da la impresión de que las diversas
comunidades protestantes se dividieron, en este caso, a causa de que se le
culpó por intentar cambiar algún dogma. Sin embargo, el protestantismo había presumido
hasta esa fecha, de que no era tan dogmático como la Iglesia católica y sus
creencias no estaban tan encorsetadas como las de Roma.
Es de los pocos españoles que
tienen esculturas erigidas en su honor en España y Francia. También las hay en
otros países. Incluso, existen muchos centros de educación en todo el mundo que
llevan su nombre
Al mismo tiempo, se han escrito
todo tipo de obras para teatro, cine TV, óperas, ensayos, etc., donde
reconstruyen su biografía y su pensamiento.
Con motivo del V centenario de su
ejecución, fue inaugurada en Ginebra una estatua en su honor. Casualmente, se
trata de una copia de la misma escultura, realizada por la artista ginebrina
Clotilde Roch, hace más de 100 años, y que no fue autorizada su instalación, porque, por
entonces, el ayuntamiento de esa ciudad
supuso que podía ser mal recibida por los calvinistas ginebrinos.
De hecho, a este acto, no acudió
ninguna representación de los calvinistas de Ginebra, o sea, que es de suponer que aún no le hayan
perdonado las ideas que expuso en sus obras.
Se puede decir que Servet, con
sus escritos, intentó un acercamiento entre cristianos, judíos y musulmanes,
pero se encontró con la oposición de los dos bandos que estaban enfrentados
dentro del Cristianismo, los cuales nunca le perdonaron sus “peligrosas” ideas.
De hecho, los dos bandos lo condenaron y ejecutaron. Los católicos
en efigie y los calvinistas en persona.